"Comunicación es acción", J. Costa
El comunicador, sociólogo y diseñador barcelonés, Joan Costa, lanzó en 1977 la idea de la comunicación integral empresarial, de la cuál surge y se gestiona la imagen institucional; es decir, la imagen percibida de una empresa por los diferentes públicos que la rodean a partir de la integración de sus diversas acciones, controladas por sub-áreas: relaciones publicas, mercadotecnia, imagen corporativa, publicidad, etc. En pocas palabras: “Comunicar es actuar y actuar es comunicar” diría Costa años más tarde, (muy lejos de la visión sectorizada desarrollada en E.U.A.) reafirmando así su visión holística de la comunicación como factor medular en la empresa. Y sin duda como característica medular del ser humano.
Esta visión integradora y creciente en los países europeos, aplicada al mundo de la empresas y los negocios, tiene sus orígenes en el ser humano: “Somos lo que elegimos”, diría el Tío Ben al hablar con Peter Parker acerca de la responsabilidad que conlleva el Poder; e poder de hacer, de actuar, de ser. Cuando cada uno de nosotros toma una decisión, las acciones que le siguen la están comunicando de manera inherente, y nos definen. Es decir con nuestro actuar, sin necesidad en ocasiones de palabras o a pesar de las mismas, manifestamos a otros lo que somos, lo que hacemos, lo que queremos, cómo lo queremos o el miedo que sentimos.
Las consecuencias de estas acciones no son más que la retroalimentación del mundo a nuestro acto comunicativo, completando así el proceso de comunicación: nuestro actuar manifiesta nuestro ser, lo comunica; con cada acto construimos nuestra “imagen institucional”, es decir, una imagen pública, proyectamos quienes somos: lo que se ve es lo que hay. Nuestras actitudes y acciones le dan forma a nuestras ideas, pensamientos y sentimientos; y representan el fondo de quienes somos, por lo menos para quienes nos perciben y construyen las bases de nuestras relaciones: confianza, responsabilidad, compromiso, y muchas veces el amor.
En nuestra naturaleza humana, la mayoría de las veces no actuamos conforme a lo que expresamos con palabras, incluso somos incongruentes con lo que pensamos; de esta manera enviamos mensajes y sin duda confusos a quienes nos rodean, y como la forma es fondo, los mensajes confusos e incongruentes que trasmitimos con nuestro actuar generan una imagen de nosotros con las mismas características: la representación de un fondo igualmente profuso, inseguro y lleno de incertidumbre o por lo menos muy distinto a la intención con la cual fue enviado. Como quien declara que quiere trabajar pero no busca un trabajo; quien asegura haber aprendido a no gastarlo todo y sin embargo, lo gasta todo cuando lo tiene. A una escala mayor, como nuestros gobiernos federales o estatales, de todos los colores , que prometen la generación de mayor y mejor empleo pero en su lugar regalan despensas o dinero: todas acciones incongruentes y falaces que que generan incertidumbre y pérdidas a largo plazo incluso irrecuperables y cualquier escala igual de inquietante y negativo.
Debemos de entender que lo que hacemos comunica lo que somos: inteligentes, mediocres, ambiciosos, honestos, o mentirosos; eternos “Peter Pan”, inmaduros, faltos de compromiso y comprensión de cómo afectamos a quienes con nuestra conducta; miedosos (al cambio, al riesgo, a lo que es diferente, al crecimiento); o desafiantes y visionarios, maduros y fuertes. Tomar decisiones implica saber lo que queremos; actuar en consecuencia lo comunica, junto a quienes somos: personas decididas, comprometidas, maduras, o todo lo contrario.
En la vida real no hay poderes sobrenaturales o fantásticos como en los mundos de ficción y fantasía, sin embargo existen poderes inherentes al ser humano, incluso de naturaleza mística: como la voluntad, la inteligencia, la creatividad, el lenguaje y el poder de ser escuchado por otros; lo que invariablemente permite a quien los ejerce la posibilidad de transformar su entorno y el de otros para bien o para mal. Sí hay que entender lo que hacemos afecta a otros y en especial a los más cercanos, negarlo es irresponsable.
La responsabilidad y el respeto son obligaciones naturales de cualquier poder que se ejerce, actuar en congruencia no es fácil, pero es sinónimo de disciplina, valor, credibilidad y hasta de sabiduría; la falta de ellas en cambio refleja egoísmo, ambición y arrogancia, y suele destruir: relaciones personales, empresas de cualquier tamaño, pueblos o especies enteras.
La implementación de los nuevos conocimientos desarrollados (o comprendidos) sobre la comunicación como acción integradora de diversas estrategias entorno a ella, congruente y particularmente positiva, es para aquellas instituciones y empresas que eligen no morir ante la creciente competencia y la exigencia del público por empresas responsables, inteligentes, visionarias; y sin duda para aquellas personas que eligen ser mejores parar ellas mismas y para otros, en lugar de quedarse cómodamente sentados a esperar que lo que desean se haga realidad o que otros les resuelvan la vida.
Hasta la próxima. @ailedalvarez
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