La adrenalina aumenta con la velocidad, mientras uno maneja a 50km por hora puede ir pensando en algunas otras cosas además del volante, a veces del trabajo, a veces de la vida personal. Se puede frenar tranquilamente al llegar al alto o encontrarnos con un tope de esos que surgen de la noche a la mañana, podemos evitar que un accidente no sea fatal, pero a 120 en plena avenida citadina, es un locura, un reto a la muerte, no sólo aquella que algún día nos alcanzará, sino aquella que podemos llegar a provocar. Pero no hay límites, ni prudencia. No importan los letreros que señalan la máxima de 60km/h, cuando un chico, sobre todo adolescente toma el volante de un automóvil, incluso la posibilidad de convertirse en un arma letal se olvida. La adolescencia es una época de rebeldía para la gran mayoría de las personas. Época en la cual creemos que no seremos juzgados; no digo que todos los adolescentes sean inconscientes, pero si es una edad en donde el riesgo de caer en actos extralimit...
Escribo de aquello que escucho y observo para ponerle mi punto a la i.