Dejar los sueños atrás parece una costumbre humana, tal vez es antropológica; ocurre cada día con cada niño que crece, a quien otros más grandes, le dicen que los sueños, sueños son; que el mundo no es rosa, ni mágico y que un día deberá decidir a que dedicarse para el resto de su vida, sin más opción que seguir ese camino: una línea recta, en donde de un lado hay blanco y del otro hay negro, “eso es crecer” le repiten hasta que el niño se lo cree. También ocurre con aquellos que sin crecer, y sin nadie quien les diga que hacer, toman en sus manos la responsabilidad de sobrevivir en este mundo, de buscar el alimento que llevarán a su boca y muchas veces a la de su familia, sin otra opción que elegir. Un día cada niño deja atrás su mundo imaginario, aquel que le lleva lejos y le permite aprender lo bueno y extraordinario de la vida, para encontrarse con las expectativas que tienen otros sobre lo que ellos serán capaces de hacer: la presión familiar y social. Personas que aseguran qu...
Escribo de aquello que escucho y observo para ponerle mi punto a la i.